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PARROQUIA DE SAN BLAS MÁRTIR




Obra modesta, de pequeñas dimensiones, del siglo XVI y remodelada durante los siglos XVII, XVlII y XIX. El templo es de nave única, dividida en cinco tramos y cubierta con bóveda barroca de cañón. El cerramiento de la cabecera se resuelve por medio de una cúpula sobre pechinas; ochavada y rematada -en el exterior- por una linterna de rica ornamentación barroca dieciochesca. Está realizada en mampostería revocada y encalada. La portada principal es muy sobria. 

La torre es el elemento más sobresaliente, concluida bien entrado el siglo XVIII, siendo su remate de finales del s.XX. Se encuentra a los pies del lado del Evangelio de la parroquia, es de planta cuadrada y de su fabricación primitiva se conservan los muros bajos, construidos de mampostería y sillares en las esquinas. No se tienen más datos hasta 1810 cuando el arquitecto D. Manuel Blanco reconoce la construcción anterior y hace el diseño de la nueva, diseño que por último simplificaría en 1817 el arquitecto ejecutor D. Manuel Blanco Rodena, quedando la torre construida en dos cuerpos. El primero de ladrillo y con ventanas pequeñas distribuidas por los cuatro lados, y en el segundo más pequeño, se abre un vano de medio punto en cada lado, donde se albergaban las campanadas, concluyendo en la cúpula de forma redondeada y sin la cubierta de tejas, ya que quedó por terminar, siendo este aspecto el motivo por el cual se le conocía como " torre mocha".



En el interior de la parroquia se puede destacar la pila de agua bendita, capitel romano de orden corintio ahuecado, que sirve como recipiente para contener el agua sagrada.

Grandes artistas trabajaron para la parroquia. Uno de ellos fue Lorenzo Gómez Arenas, que labró un cáliz barroco hacia 1688. En el siglo XVIII, el escultor José Tiburcio González, tallaría las dos imágenes de San Ildefonso y San Blas, este último titular del templo. A él también se le atribuye la imagen tallada de Nuestra Señora de Guía.

Dos son las obras más emblemáticas de esta iglesia mayor: el Lienzo de la Virgen de Guadalupe ( S.XVIII) , el cual responde a una de las múltiples composiciones pictóricas que fueron remitidas desde Indias por emigrantes  y la imagen de Nuestra Señora del Rosario ( S.XVI).



Otra pieza de interés es el cáliz labrado por el zafrense Manuel Gómez Porro. Su diseño nos recuerda a los vasos sagrados renacentistas, como bien lo demuestran sus motivos ornamentales: querubines, platos con gallones, etc.

También hay que resaltar la cruz procesional que está labrada en plata en su color, sin marcas, pero atribuible a Pedro Botello Matamoros, hacia mediados del siglo XVI. Es de tipo latino, con brazos rectos y rematados con perillones. Además, de algunos elementos ornamentales de concepción vegetal sobresale el Crucificado; de bulto ,de una llamativa serenidad y acompañado -en un medallón- de la representación idealizada de la Jerusalén Celestial. 

En el altar mayor del templo está situado el Cristo de las Siete Palabras. Es obra realizada en 1971 en madera tallada y policromada, por el Escultor de Ayamonte Antonio León Ortega.

 





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