En 1594 Felipe II le concede a la localidad el Título de Villa, otorgándole con ello el privilegio de impartir justicia para lo cual es voluntad del monarca que cuente el municipio con “horca, picota, cuchillo, cárcel, cepo, azote y todas las demás insignias de justicia para usar y exercer la dicha jurisdicción para todo” Para impartir justicia, ejecutarla, se construye en el año 1600 la Cruz la Rollo, símbolo jurisdiccional y picota para exponer a los reos a vergüenza pública o para ser ajusticiados, los salientes que presenta es para ahorcar a los condenados a muerte.
Levantada en lo que por entonces era la salida de la villa, hoy queda perfectamente enmarcada en el entramado de Cabeza la Vaca, constituyendo el centro urbano y punto de encuentro y reunión para los cabezalavaqueños. Los elementos principales que configuran el monumento son los siguientes:
-Gradas: Consta de tres gradas de granito que rodean la base del fuste y su forma guarda relación con él, de este modo, las gradas circulares se corresponden con un fuste cilíndrico. Se trata de grandes bloques de piedra bien ajustados entre sí.
-Basa: la parte inferior de la picota está apoyada en un juego de molduras cuadrangulares y circulares, que dan paso al fuste.
-Fuste: es cilíndrico simple y está compuesto por varios bloques de granito superpuestos. -Capitel: cuenta con cuatro salientes estilizados de ellos se colgaban las cuerdas para ejecutar a los condenados a la horca.
-Remate: culmina con un remate en forma de cruz que le ha dado nombre a este monumento “La Cruz del Rollo”.
Las pretensiones de logro artístico, así como los materiales y técnicas empleadas, han hecho que el monumento perdure hasta nuestros días convertido en todo un emblema para los habitantes de Cabeza la Vaca y los numerosos visitantes. Pero en realidad es el símbolo de que el Pueblo, una vez, tuvo jurisdicción propia y tenía el poder de dictar y ejecutar justicia.
Con la creación de las Cortes de Cádiz y la proclamación de la Constitución de 1812, “La Pepa”, los ajusticiamientos fueron suspendidos y en un decreto de las Cortes de Cádiz de 26 de mayo de 1813 se manda a derribar los rollos y picotas en España: “Los Ayuntamientos de todos los pueblos procederán por sí y sin causar perjuicio alguno, a quitar y demoler todos los signos de vasallaje que haya en sus entradas, casa capitulares o cualesquiera otros sitio, puesto que los pueblos de la Nación Española no reconocen ni reconocerán jamás otro señorío que el de la nación misma, y que su noble orgullo sufriría tener a la vista un recuerdo continuo de humillación”.
No es fácil saber el efecto que tendrían estas disposiciones, pero suponemos que se destruirían bastantes ejemplares y sus materiales reutilizados en otras construcciones. Otros, como el de Cabeza la Vaca, tuvieron más suerte y fueron salvados, conservándose hasta nuestros días.
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